1 de Abril, 2024

Querido diario,

En mi odisea eléctrica de Semana Santa, ¡vaya aventura la de ayer! Como fiel compañero de viajes, mi Tesla y su piloto automático nunca defraudan, pero ayer… ¡Oh, ayer fue la excepción que confirma la regla!

El retorno a Madrid se presentaba abarrotado, y mis ansias por unirse a la marea humana en los SuperChargers de Tesla eran palpables. Primer acto: La Gineta. Con 8 fieles cargadores que me llamaban, descubrí, con horror, que 3 de ellos habían decidido tomarse el día libre. Ahí estaba yo, calculadora en mano, estimando la eternidad que tardaría mi turno ante 7-8 coches con la misma idea brillante.

La impaciencia me mordía las talones, y con un “aquí no termina mi viaje”, me lancé a la carretera hacia la Atalaya del Cañavate, confiando en la justa pero suficiente carga de mi corcel eléctrico. Pero, ¡sorpresa! Al llegar, una serpiente metálica de más de 20 coches esperaba con la misma esperanza que yo. Tres horas de espera se convirtieron en nuestro tributo a la modernidad, mientras observábamos cómo solo 6 de los 14 puestos de carga estaban dispuestos a colaborar en nuestra cruzada dominguera.

En medio de la conmoción, Tesla se defendía con 6 de sus 10 guerreros en pie. Pero Iberdrola, oh Iberdrola, en su torre de marfil, no ofrecía ni un caballero en este campo de batalla: 0 de 4, todos de vacaciones.

La ironía llegó esta mañana, mientras la radio entonaba loas a la “fantástica infraestructura de carga” de Iberdrola. Una fantasía tan tangible como los unicornios en el día más crítico y en la ruta más concurrida. A Iberdrola, con su corona de postureo bien puesta, le dedicaría una reflexión: menos eslóganes y más acción, que en los momentos clave, la publicidad no carga baterías.

Con un suspiro, cierro este capítulo, soñando con un futuro donde la promesa eléctrica no sea solo una ilusión radiante.

Hasta la próxima aventura,
Victor

Cover El soñado futuro eléctrico que no fue.