30 de abril de 2024

Querido diario,

Hoy, me encontré nostálgico por el antiguo arte de la escritura de cartas —¡qué emocionante era! Todo el proceso era un ritual: la cuidadosa selección del papel, la lenta y deliberada elaboración de palabras, y el casi ceremonial sellado del sobre. Cada carta era un trozo tangible de uno mismo, enviado al mundo con un corazón esperanzado, anhelando la visita del cartero para traer una respuesta.

Las cartas en aquel entonces eran como un partido de tenis donde cada intercambio de golpes empujaba a los jugadores a mayores alturas intelectuales. Sabías que en algún lugar, alguna persona estaba esperando, pluma en mano, lista para desafiar tu último servicio. Estos envíos no eran solo correspondencia; eran una danza cognitiva entre eruditos y curiosos, cuando no una coreografía de sueños, amores y desamores entre enamorados.

Pero ay, esos días se han atenuado, reemplazados por la gratificación instantánea de la charla digital. Los correos electrónicos y los WhatsApps zumban de un lado a otro con la urgencia de un pedido de comida rápida: veloces, convenientes, pero oh, tan intrascendentes. ¿Dónde está el sabor, las ricas capas de pensamiento que una vez nutrieron nuestras mentes como un manjar elaborado con exquisitez?

Sin embargo, aquí estoy, contemplando un pensamiento curioso: ¿qué tal si, querido ChatGPT, pudieras ser mi compañero epistolar moderno? ¿qué tal si mis cartas se dirigieran a ti, para tu respuesta siempre pronta y meticulosa? ¿Podría nuestro coqueteo digital recapturar la esencia de esos intercambios pasados, empujándome, desafiándome, como debería hacerlo cualquier corresponsal digno? ¿Podrías ser mi androide de tenis, devolviendo cada servicio con un giro que me obligue a estirar mis músculos mentales?

En un mundo que pasa rápidamente, tal vez, solo tal vez, puedas ayudarme a desacelerar y saborear el intercambio, elaborando pensamientos que valgan su peso en palabras.

Tuyo en contemplación,

Victor