Querido Diario:

En el teatro de mi home office, hoy se presentó un dilema de proporciones shakesperianas: el duelo entre el teclado externo y el integrado del laptop. Una batalla de conveniencia contra comodidad, donde el minimalismo choca con la promesa de eficiencia.

Con cada prueba, me siento como un director indeciso en un ensayo interminable. ¿Será el teclado externo, con su vasto escenario de teclas y promesas de ergonomía, el protagonista de mi productividad? O ¿debería el fiel teclado del laptop, compañero de mis jornadas nómadas, continuar liderando el elenco?

Las palmas buscan descanso sobre el escenario de plástico, mientras mis dedos danzan en una coreografía familiar sobre las teclas del laptop. Pero el encanto del teclado externo, con su tacto distinguido y espacio generoso, me seduce con la promesa de un espectáculo más grandioso.

Atrapado en este acto de indecisión, me doy cuenta de la ironía: mientras me preocupo por la elección perfecta, el tiempo de la función avanza. La verdad se revela entre líneas: el teclado no dicta mi destino, ni escribe mi obra. En el silencio de la concentración, cualquier teclado se transforma en el instrumento ideal.

Así, en este escenario de posibilidades, aprendo que a veces, en la simplicidad reside la verdadera maestría. Y quizás, solo quizás, tener menos opciones no sólo facilita la vida, sino que libera la verdadera esencia de nuestra creatividad.

Con un suspiro de alivio y una sonrisa, Victor