Querido Diario:
Hoy me he puesto nostálgico recordando aquellos días en los que desayunaba con El País y El Mundo. En aquel entonces, el arte de leer periódicos era como un delicado baile entre líneas ideológicas, donde uno podía ser crítico y aún así construir su propia versión de la verdad con una pizca de escepticismo saludable y mucho café.
Pero, ¡ay, cómo han cambiado los tiempos! La revolución digital ha pintado el panorama informativo de colores tan estridentes que uno casi necesita gafas de sol para mirar. Ahora, al leer elDiario.es y OKDiario (o los mismísimos El País y El Mundo), me encuentro con dos realidades tan diametralmente opuestas que parecen sacadas de universos paralelos. Uno habla de un paraíso en la tierra, mientras que el otro describe el apocalipsis inminente.
Nos fuerzan a “elegir” la verdad, antes de que podamos crearnos nuestra propia opinión. Esa polarización simplificadora nos hace súbditos de la realidad que mejor se acomoda a nuestro gusto. Y en este buffet de hechos y opiniones, parece que los hechos son solo un color a elegir.
Reflexionando sobre todo esto, recuerdo aquella frase de un político americano que una vez dijo: “Tienes derecho a tus propias opiniones, pero no a tus propios hechos.” Hoy más que nunca, esas palabras resuenan con una verdad amarga, en un mundo donde las opiniones se disfrazan de hechos para servir a los intereses de unos pocos.
En fin, querido diario, parece que el ejercicio de discernir se ha vuelto más un acto de fe que de lógica. Las ideologías se han convertido en las nuevas religiones, o quizás en los nuevos fundamentalismos, que amenazan con llevar a la hoguera de la inquisición a aquellos que no se adhieren a los mandatos del amado líder.
En estos días se cumplen los 300 años del nacimiento de Kant, fundador del pensamiento crítico. Qué homenaje le podrían hacer algunos borregos y apesebrados, ejercitando sus conexiones neuronales de forma autónoma y crítica.
Tan sólo hay una esperanza: ¿podrían los medios volver a ser los notarios de la realidad en su escrutinio de la vida pública, en lugar de meros panfletos sectarios genocidas de la Verdad?
Con agradecimiento anticipado a la profesión periodística por una anhelada metaformosis,
Víctor