8 de Marzo de 2024

Querido Diario:

En un acto de osadía digital, hoy me zambullí en el “LinkedInverso”, solo para descubrir que había mutado en una pasarela de moda digna de la realeza de Instagram. Me vi rodeado por una algarabía de perfiles que brillaban más que una bola de discoteca en plena fiesta de los 70. Con cada scroll, el desfile de éxitos profesionales se entremezclaba con escapadas a islas tan privadas que hasta el GPS dudaría de su existencia.

Allí estaba yo, testigo de cómo la sobriedad del traje y la corbata se desvanecía bajo el peso del glamour y los filtros de ensueño. Me pregunté si acaso había caído en la trampa de la envidia, o si verdaderamente nos habíamos adentrado en una era de narcisismo digital, donde cada quién es el héroe de su propia epopeya hedonista.

El dilema se agitaba en mi mente: ¿No deberíamos estar sembrando conocimiento en lugar de cultivar seguidores? ¿Buscamos acaso el aplauso fácil más que la contribución sustancial? Pareciera que el objetivo final se ha desplazado hacia la adoración de estos neodioses digitales, relegando la inspiración y el aprendizaje a meros espectadores de este teatro de vanidades.

Con una mezcla de asombro y un ligero cosquilleo de incredulidad, me retiro de la pantalla, dejándome llevar por la reflexión sobre este extravagante baile de máscaras que es la vida en línea.

Y así, entre risas y un ligero meneo de cabeza, cierro este capítulo, ansioso por ver qué nuevas aventuras me esperan mañana en esta jungla de espejismos y luces de neón.

Con una sonrisa cómplice y el corazón ligero,

Victor