1 de marzo de 2024

Querido Diario,

Hoy se suponía que sería el día en el que grabaría mi nombre en los anales de la historia de las apps, el día en que mi F1 Porra app tomaría por asalto el mundo de la Formula 1. Ah, el dulce sabor de la anticipación se convirtió en la amargura de la realidad.

Durante dos meses, mi vida giró en torno a una pantalla y cafeína. Las noches y los días se fundieron en un maratón hacia la perfección. Los amigos se convirtieron en criaturas de fantasía, el sueño en un amante perdido hace tiempo, y la app… mi magnum opus.

El Día de Lanzamiento llegó con un amanecer que solo podría describirse como ‘burlonamente jubiloso’. Los pájaros parecían cantar, “¡Hoy es el gran día!” mientras yo, con un revoloteo en el corazón, ejecutaba la secuencia final para liberar mi creación digital en la salvaje e indómita internet.

La expectativa colgaba en el aire como el potente aroma de un combustible previo a la carrera. Los minutos avanzaron, transformándose en una hora, luego dos. El abismo digital devolvió la mirada, impasible por mi ofrenda. Ni una sola inscripción de usuario adornaba la pantalla; el silencio era palpable, un peso invisible presionando con la sutileza de un martillo neumático.

Todos los comienzos son difíciles, me recordé, tratando de ahuyentar los tentáculos de la duda con un lanzallamas de optimismo. Sin embargo, esto no era solo ‘difícil’. Esto era el desierto del Sahara al mediodía sin agua, un corredor de maratón con las zapatillas atadas juntas, una orquesta sinfónica tocando para una sala vacía.

Pero entonces, una chispa - un pensamiento, pequeño y desafiante, cobró vida. Todos los campeones se enfrentan a momentos de profundo desafío, sus espíritus empujados hasta el límite. ¿No era este mi momento de prueba? ¿Mi propia salida desde boxes tras una qualy desastrosa?

Ninguna línea de salida está exenta de su momento de soledad, su silencio ensordecedor mientras el mundo espera, conteniendo la respiración por la grandeza a punto de estallar.

Quizás hoy no fue el día en que mi app cruzó la línea de meta entre multitudes rugientes y champán. Tal vez fue el día en que aprendí la primera lección de la carrera: la perseverancia.

No queda otra. Me pondré mi casco de determinación, me abrocharé con cinturones de resiliencia (palabra muy de moda), y presionaré el pedal de la pasión con todas mis fuerzas. En la gran carrera de los sueños, no solo los más rápidos alcanzan la victoria, sino aquellos que se niegan a dejar que el fantasma del fracaso disuada su espíritu.

A los futuros usuarios, les digo—esperen por mí. Porque cuando lleguen, encontrarán una app, y un creador, que enfrentó el vacío del cero y respondió con el corazón de un león. Que esta primera entrada del diario no se mantenga como un lamento, sino como el amanecer de una inevitable remontada.

En las palabras inmortales de cierto legendario piloto británico, “Para lograr algo en este juego, debes estar preparado para coquetear con los límites del desastre”.

Que comience la carrera.

Aitor